lunes, 7 de noviembre de 2011

Quevedo: información extensa (Biblioteca Virtual Cervantes)


El Autor y su Obra.


Trayectoria vital de Francisco de Quevedo.

     Nació en Madrid, el 17 de septiembre de 1580. Sus padres, Pedro Gómez de Quevedo y María de Santibáñez, ocupaban puestos de confianza en la corte. Quevedo cursó los primeros estudios con los jesuitas, y después fue estudiante en la renacentista Universidad de Alcalá de Henares. Prosiguió sus estudios de Teología y Patrística en la Universidad de Valladolid, donde se había trasladado la corte (1600). En esta época se supone que inició su amistad con Pedro Téllez Girón, más tarde duque de Osuna.
     Cuando tenía veinte años comienzan a popularizarse sus romances satíricos, sus letrillas (Poderoso Caballero) y sus chispeantes Cartas del caballero de la Tenaza, lo que le granjean temprana fama de hombre ingenioso y procaz. Quevedo empieza a frecuentar la vida literaria y a interesarse por la política. Conoce a Cervantes, inicia su amistad con Lope de Vega, y mantiene correspondencia con el humanista flamenco Justo Lipsio sobre temas filosóficos. En esta etapa vallisoletana destaca la animadversión entre el joven Quevedo y el grave y no menos ingenioso Góngora.
     En 1613 Quevedo traduce, tras una aguda crisis religiosa, el Heráclito cristiano, y poco después las Lágrimas de Hieremías castellanas.
     Siempre al servicio del duque de Osuna, a partir de 1615 comienza un largo periplo por Italia como embajador de Sicilia y Roma: espiando en Niza al duque de Saboya, huyendo fugitivo a Génova.En 1615 vuelve a Madrid con donativos reales y la misión diplomática de obtener el virreinato de Nápoles para su protector. Lo consigue, y en 1617 Felipe III otorga a don Francisco el hábito de la Orden de Santiago.
     Las acusaciones contra el duque de Osuna por el asunto de la Conjuración de Venecia lo hacen caer en desgracia y arrastran consigo a Quevedo, que sufre difamaciones y amenazas. Desengañado de la política, Quevedo se retira a la Torre de Juan Abad, donde reanuda su quehacer literario (Política de Dios, gobierno de Cristo. Vida de Fray Thomás de Villanueva, poemas a Lisi). Tras una breve estancia en la prisión de Uclés en 1621, es confinado nuevamente en la Torre, donde sigue escribiendo.
     La muerte de Felipe III y la ascensión al poder del conde-duque de Olivares precipitan la caída de Osuna. Quevedo es llamado a declarar en el proceso contra éste, donde se venteó el escándalo de los sobornos y se dieron a conocer las cartas intercambiadas entre el propio Quevedo, el acusado y varios favoritos y nobles cortesanos. Quevedo es absuelto, pero en 1622, por un real decreto de puño y letra de Felipe IV, es desterrado otra vez a la Torre de Juan Abad. Enfermo de «tercianas malignas» consigue permiso para trasladarse a Villanueva de los Infantes. Regresa a la Corte, y vuelve a relacionarse con el mundillo literario y político.
     Con el tiempo aumentan los enemigos de Quevedo. Tras escribir la primera parte del Marco Bruto aparece El Rómulo. Se recrudecen los ataques contra Quevedo y su obra: en la Apología al Sueño de la Muerte se le moteja de borracho; en la letrilla Pata-coja se ridiculizan sus defectos físicos y su vida sexual. El resentido Pacheco de Narváez denuncia la Política de Dios, el Buscón y otras obras a la Inquisición. Quevedo contraataca con una Perinola que sólo consigue aumentar la inquina de sus enemigos.
     Presiones diversas, intereses políticos, compromisos económicos le llevan en 1634 a contraer matrimonio con doña Esperanza de Mendoza, viuda de Fernández Liñán de Heredia y señora de Cetina. Es un enlace infortunado y breve.
     Retirado en la Torre de Juan Abad, inicia con su amigo Sancho de Sandoval una apasionante correspondencia, que no interrumpe hasta su muerte. Realiza una traducción de un apócrifo de Séneca, escribe el Epícteto... En 1635 se publica en Valencia el máximo y más feroz de los ataques lanzados por los enemigos de Quevedo: el libelo titulado El tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres.
     A partir de 1637 la vida de Quevedo discurre, pacíficamente, entre la Torre de Juan Abad y Madrid. Lee mucho, escribe siempre y estudia constantemente. Pero no se desentiende de la actualidad política, como prueban sus cartas.
     En diciembre de 1639 es detenido en casa del duque de Medinacelli y encerrado en la prisión de San Marcos de León, donde permanecerá cuatro años, hasta la caída del conde-duque de Olivares. Las protestas de inocencia de Quevedo no son escuchadas hasta junio de 1644, cuando parece demostrarse que se ignora el motivo de su detención. Mientras, ha seguido trabajando en sus poemas, epístolas y obras morales.
     Cansado, viejo y enfermo, se traslada a Villanueva de los Infantes. No deja de pensar en su obra: dicta capítulos del Marco Bruto y proyecta, por primera vez, una recopilación de sus poemas que nunca podrá realizar, pues la muerte le sobrevino el 8 de septiembre de 1645.
     A requerimiento del editor Pedro Coello, don José González de Salas se encargó de recoger la mayor parte de los poemas quevedescos dispersos, publicándolos en 1648 en Madrid bajo el título de El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve musas. En 1670 aparece en la Imprenta Real de Madrid Las tres Musas últimas castellanas. Segunda parte del Parnaso español, cuya edición, tan nefanda y descalificable como la de Salas, corrió a cargo del sobrino y heredero del poeta, don Pedro Aldrete.

La imagen de Quevedo.

      Quevedo ofrece una doble imagen: la de un cortesano que lucha y hace protestas de independencia, que se vincula estrechamente con el poder y en otras ocasiones es perseguido por éste. Aparece como cortesano más o menos ambicioso, más o menos intrigante, lo que constituye la «máscara» para camuflar su celosa intimidad. Pocos datos precisos tenemos en torno a su formación intelectual, sus relaciones afectivas, sus vivencias paraliterarias. Esto se sustituyó con lo más exterior de su personalidad. Y se creó una leyenda alrededor del personaje burlón y sarcástico, falaz inventor (y protagonista él mismo) de chistes malsonantes, anécdotas jocosas, chascarrillos, juegos de ingenio y burla... Mas, junto a la «imagen» del hombre procaz y chistoso surgió otra que lo coronaba de una aureola romántica. Sus exegetas, más sujetos a la devoción que a la verdad histórica, se encargaron de fabricar para Quevedo una vida llena de aventuras heroicas y apasionantes conjuras.
     La realidad es que Quevedo es un hombre del cual mucho se ignora y mucho se discute todavía. Sin embargo, la historia nos habla de un hombre angustiado, estoico seco y solitario, un lector voraz de los clásicos, un trabajador apasionado y vitalista, una inteligencia superdotada y un maravilloso poeta. La razón de la virulencia de sus ataques de misántropo responde seguramente a una hipersensibilidad que sufre la constante amenaza de la herida. Como hombre del barroco, Quevedo plasmó su espíritu desgarrado por medio de un lenguaje hermético, que envuelve su timidez en el cinismo y la acritud, falseando su pudor con una máscara procaz. Su forma de entender el mundo se filtra en una particular visión del desengaño muy barroca y muy en consonancia con su trayectoria vital.

Obra literaria de Quevedo.

     Quevedo es más una literatura que un hombre, así lo definió Borges. Su obra es difícil e imposible de constreñir en unos moldes preestablecidos, por su amplitud y diversidad. Quevedo lo probó todo: la versatilidad y amplitud de sus temas sólo es comparable a la riqueza de su vocabulario, ya que probó todos los géneros literarios.
     El teatro es lo menos logrado y popular de su producción, pero escribió algún que otro entremés interesante.
     Más trascendencia corresponde a su prosa. Difícil es clasificarla correctamente. Si algo singulariza a nuestro autor es que, escribiera lo que escribiese, a todo trataba por igual. Cuidaba la expresión y la inventiva, ya fuera un elogio a vuela pluma o un tratado doctrinal, un prólogo de circunstancias o una traducción clásica, un juguete satírico o una carta al amigo... Sin embargo, hay obras que destacan entre las demás: obras festivas como las Premáticas, el Libro de todas las cosas y las Cartas del caballero de la Tenaza; obras satírico-morales como los Sueños, el Discurso de todos los diablos, La fortuna con seso y la hora de todos; obras de crítica socio-literaria como la Aguja de navegar cultos, La Perinola, Cuento de cuentos, La culta latiniparla; obras ético-políticas como España defendida y los tiempos de ahora, Política de Dios, la Vida de Marco Bruto; y tratados ascéticos como La cuna y la sepultura, Virtud militante, Providencia de Dios. Sin olvidar su única novela: el Buscón.
     Quizás lo más destacado y valioso, lo mejor de toda la producción literaria de Quevedo es, junto con el Buscón, los Sueños y La hora de todos, su poesía.
     En sus poemas amorosos Quevedo usa procedimientos para resquebrajar la anquilosis de los tópicos del petrarquismo. Son poemas de una gran densidad conceptual, por lo que muchas veces el amor no está tratado como punto de término sino que lo usa como pretexto, como evasión de la temporalidad. Destaca «Amor constante más allá de la muerte».
     En sus poemas metafísicos se refleja la preocupación de nuestro autor por la «muerte de ultratumba» más que por la vida eterna. Quevedo enlaza con la corriente neoestoica del Barroco, heredera de la filosofía de Séneca. El tono grave de estos poemas no rechaza la expresión coloquial y los vocablos extrapoéticos, produciendose impactos emocionales que podemos ver en «¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde?».
     También en los poemas religiosos la lengua empleada por Quevedo está desprovista de todo juego de artificio rimbombante, logrando una intensidad y una eficacia desconocida hasta entonces (a excepción de Aldana). Es en los salmos y poemas sacros donde se encuentran sus poemas más «agónicos» y angustiados. Destaca el Salmo IX, «Cuando me vuelvo atrás a ver los años», de tono mesurado y pesimista.
     Hasta en sus traducciones en verso: Anacreonte, Epícteto, Phocílides, Las lágrimas de Hieremías, el Heráclito cristiano... su especial forma de traducir -recreando, adaptando, retocando- nos permite descubrir aquí también su pensamiento metafísico.
     Sólo poco antes de su muerte Quevedo habla de publicar su obra poética. Edita poemas ajenos, nunca los propios. Los errores cometidos por Salas y Aldrete, la falta de rigor de Astrana, la imposibilidad de que Fernández-Guerra diera a luz el material archivado dejando la tarea al desaforado Janer... todo esto ha contribuido al desconocimiento del mayor poeta español de la Edad de Oro.
     En la obra de Quevedo lo importante no es la originalidad de sus temas, sino el proceso de radicalización y profundización en los tópicos tradicionales. No fue un innovador, sino un revolucionario de las letras. Con su obra no inventó nada nuevo, pero construyó uno de los edificios literarios más impresionantes de la lengua castellana.


2. Quevedo en Internet.


Página de Quevedo.

Francisco de Quevedo y Villegas.La página está a cargo de Miguel A. Gómez Segade y Santiago Fernández Mosquera, en el servidor de la Universidad de Santiago de Compostela. Francisco de Quevedo en todos sus aspectos, desde bibliografía reciente hasta materiales relacionados con el escritor, avances de próximas publicaciones, información sobre congresos o reuniones y la posibilidad de ampliar contactos con otros quevedistas e investigadores sobre el Siglo de Oro. Información y enlaces de interés sobre la literatura del Siglo de Oro.

Datos biográficos.

·        Cronología biográfica de Quevedo, realizada por Fernando Cabo Aseguinolaza. Universidad de Santiago de Compostela.
·         Breve reseña biográfica, en inglés, de Quevedo. Universidad de Texas.

Textos literarios en línea.

·  Selección de sonetos pertenecientes al Parnaso español, 1648. Universidad de Santiago de Compostela.
·    Autógrafo de Quevedo. Universidad de Santiago de Compostela.
·     Menú de poemas (por títulos y primer verso) de Francisco de Quevedo. Página de Luis Salas.
·     Sonetos de Quevedo. Con notas. Selección de J. Benito Freijanes Martínez.
·     Poemas de Quevedo. Selección personal. Universidad Nacional Autónoma de México.
·  Veinte sonetos de Quevedo, en español e inglés. Por Alix Ingber, de Sweet Briar College (Estados Unidos).
·  Soneto de Quevedo «Represéntase la brevedad...» en español e inglés. University of Pouget Sound (Estados Unidos).

Bibliografía y estudios sobre Quevedo.

·         Amplia bibliografía clásica y reciente en la web de Quevedo de la Universidad de Santiago de Compostela.
·         Novedades bibliográficas y últimas publicaciones de la web de Quevedo de la Universidad de Santiago de Compostela.


3. Enlaces de interés.

·         Centro virtual Cervantes. Oteador. Literatura.
·         Parnaseo. Servidor destinado a los estudiosos de la literatura española. Alberga secciones como Lemir, decicada a la literatura española medieval y renacentista; Ars Theatrica, que se ocupa del estudio del teatro español; o Facsímiles de obras literarias españolas. Ofrece también direcciones de catálogos electrónicos de bibliotecas, y listas de enlaces con otras páginas de literatura.
·         Poesía en español. Desde el Romancero hasta el siglo XX. Enlaces con otras páginas de literatura.
·         Sonetos del Siglo de Oro español (Golden Age Spanish Sonnets)


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