miércoles, 27 de septiembre de 2017

"La Celestina": apuntes

LA CELESTINA,

FERNANDO DE ROJAS

1. EL GÉNERO "CELESTINESCO"

La Celestina es una obra de transición, escrita y situada entre el final de la Edad Media y el principio del Renacimiento; por ello en ella hallamos rasgos característicos de la Edad Media (el sentido del pecado, la finalidad moralizante...) y rasgos que se desarrollarán posteriormente en el Renacimiento (el intento de algunos personajes de vivir de forma plena e independiente sin ajustarse a los cánones sociales...).

La Celestina no es sólo el título de una obra literaria, sino el de toda una familia de textos (La lozana andaluza). El ambiente de estos textos roza o cae de lleno en lo prostibulario. El tono es sobre todo realista; están escritos en prosa, y, por lo común, mezclan el retoricismo (uso de un habla elevada y un tanto rebuscada en su estilo) a la más trascripción del habla de la calle (a veces barriobajero). Con todo, ninguna imitación llegó al nivel de la original.

La Celestina se caracteriza por su vitalidad y por el antropocentrismo característicos del Renacimiento: Al mismo tiempo también es evidente el dramatismo y el didactismo que se deducen de su final trágico. Persiste la conciencia medieval del pecado; por encima de ella se levantan unos personajes ansiosos de vivir y gozar que se estrellan contra la realidad llena de acechanzas. Representa una glorificación de la vida, una invitación al carpe diem y, sin embargo, concluye con el castigo de los gozadores y vividores.

La sátira anticlerical es otro rasgo que se evidencia en la obra.

2. EL GÉNERO DE LA CELESTINA DE FERNANDO DE ROJAS. ¿DRAMA O NOVELA?

Se ha discutido si esta obra es pertenece al género dramático o al novelesco.

Una parte de la crítica ha defendido el carácter dramático de la obra. De esta manera, la obra partiría de una fórmula dramática que arrancaría de la "comedia romana", se prolongaría en las "comedias elegíacas" medievales y concluiría en la "comedia humanística" (comparte con estos textos el uso de nombre latinos, por ejemplo).  Otros críticos, sin embargo, la consideran un texto narrativo dialogado porque consideran que es irrepresentable.

En resumen, podemos considerar que  "La Celestina" es una obra agenérica que combina recursos teatrales y narrativos con gran libertad y total singularidad.

 3. AUTORÍA

A finales del siglo XV se escribió un texto que se titularía sucesivamente "Comedia de Calisto y Melibea", 'Tragicomedia de Calisto y Melibea" y, por último, "La Celestina" y del que no constaba el nombre del autor.

Rojas asegura que encontró el primer acto en Salamanca y se dispuso a acabarlo porque estaba "en vacaciones"; el texto debía ser de "persona prudente" y la obra frenaría los desenfrenos de la "gente/buelta, mezclada en vicios de amor". El autor se pone en guardia sobre los maldicientes que "pensarían que no quinze días de unas vacaciones (...) en acabarlo me detuviese, como es lo cierto" (Rojas). Es evidente que el prestigioso abogado se siente en la necesidad de justificar una obra de la que al mismo tiempo está orgulloso:

Jamás no yo vide en lengua romana,
después que me acuerdo, ni nadie la vido,
 obra de estilo, tan alto, subido,
en tosca, ni griega, ni castellana.
(Rojas)

Hoy día se ha llegado a la conclusión definitiva de que entre el acto 1, al que cabría añadir una parte del II, y el resto de la obra hay notables diferencias de estilo y concepción. El cuerpo central de "La Celestina" (los 21 actos de la Tragicomedia) presentan tres períodos diferentes de redacción. A nuestro entender, bien pudiera ser obra de un mismo autor en tres etapas sucesivas de su vida. Son naturalmente posibles todas las teorías expuestas. Por comodidad, hablaremos de "La Celestina" como obra de Fernando de Rojas.

3.1. El autor en su contexto.
Los datos de Fernando de Rojas son escasos. No sabemos la fecha de su nacimiento. Lo poco que de él sabemos puede resumirse en los datos siguientes: al parecer nació en la Puebla de Montalbán, aunque Gilman se inclina a pensar que había nacido en Toledo, "hijo del condenado Hernando de Rojas" y que fue recogido por familiares de la Puebla, habitada mayoritariamente por judíos; era de condición hidalga; estudió leyes en Salamanca; emigró a Talavera "por los malos tratamientos que el señor de dicha villa les hacía a los hijosdalgo"; en Talavera llegó a ser regidor, y otorgó testamento el 3 de abril de 1541 y debió morir a los pocos días. Pese a su origen converso, no parece que tuviera graves tropiezos en su vida.
Fue hombre de cultura y aficionado a leer desde su etapa de estudiante de Salamanca. Conocía a un amplio conjunto de autores clásicos (Aristóteles, Virgilio, Ovidio, Terencio, Séneca, Boecio...), las comedias elegíacas (Pamphilus y Paulinus et polla), la Biblia, autores italianos como Petrarca y Boccaccio y un amplio conjunto de poetas y prosistas del Medievo español: Mena, Manríque, Rodrigo de Cota, Juan del Encina... "La Celestina" refleja estos y otros influjos. Éstas serían las lecturas de Fernando de Rojas si efectivamente es el autor de la mayor parte de la "Tragicomedia de Calisto y Melibea".

4. INFLUENCIAS. FUENTES

María Rosa Lida, en su obra crítica La originalidad artística de La Celestina, sitúa nuestra obra en una tradición viva en el Renacimiento, constituida por tres tipos de comedia en latín, todas conocidas por la lectura (sobre todo en voz alta), rasgos estos de gran importancia en el análisis de la estructura externa de La Celestina. Estos tipos de comedias son:
a) Comedia romana o latina. De la llamada "comedia nueva" de Plauto y Terencio toma Fernando de Rojas el motivo de la intervención de la "tercera" y algunos recursos técnicos, como la acotación y la dramatización, es decir, la forma del diálogo.
b) Comedia elegíaca cuyo modelo básico sería el Pamphilus. Toma Rojas las descripciones realistas y los motivos del amor cortés; la lucha interior entre el amor y el deber en el personaje de Melibea y el personaje de la mediadora.
c) Comedia humanística. Le proporciona a Rojas la concepción del espacio y del tiempo, el carácter           independiente del criado y parte de la heroína.

5. ARGUMENTO Y ESTRUCTURA DE LA CELESTINA

5.1. Síntesis argumental
Calisto desdeñado por Melibea, se vale de Celestina, vieja alcahueta y bruja, que le ha recomendado su criado Sempronio. Pármeno, servidor fiel, intenta disuadir a su amo del empeño, pero es despedido con cajas destempladas; decide asociarse a Sempronio y Celestina para desplumar a su joven señor; a cambio, la vieja le proporcionará una manceba (Areúsa) pues su compañero tiene ya relaciones con Elicia, una de las pupilas de la alcahueta (acto 1).
Celestina, tras invocar al diablo (acto 111), se dirige a casa de Melibea; le insinúa los motivos de la visita, pero la joven se indigna. Finalmente consigue un cordón "que es fama que ha tocado las reliquias que ay en Roma y en Jerusalem" para sanar un fingido dolor de muelas de Calisto (acto IV).
Entretanto (actos VI-IX), sigue el proceso de corrupción de Pármeno. Ya ha conseguido a Areúsa y ha trabado amistad con Sempronio. Cuando celebran un banquete en casa de Celestina, llega Lucrecia que llama a la vieja por orden de su señora Melibea. Ésta descubre a la alcahueta la pasión que siente por Calisto (acto X) y concierta una cita por la noche. Celestina corre a comunicar la buena al enamorado (acto XI); como pago recibe una cadena de oro.
Los amantes se hablan a través de la verja del jardín y quedan concertados para la noche siguiente; los criados de Calisto van a casa de la alcahueta para repartirse la cadena; los tres compinches disputan sobre el reparto; la avaricia de Celestina exaspera a sus compañeros y la matan; al intentar huir de la justicia, saltan por una ventana y, moribundos por la caída, son apresados y ajusticiados (acto XII).
Calisto y Melibea viven su primer coito. En la Comedia, la muerte de Calisto se producía inmediatamente después (acto XIV). En la Tragicomedia la acción sigue con la intercalación del Tratado de Centurio, los 5 actos añadidos en las ediciones de 1502.

Elicia y Areúsa, que han perdido a sus amantes, deciden vengarlos y para ello acuden a Centurio, un chulo fanfarrón que organiza una cuadrilla para dar un sobresalto a Calisto cuando vaya a visitar a Melibea (actos XV, XVII Y XVIII).

Se produce el segundo encuentro de los amantes. Los rufianes concertados por Centurio tratan de asustar a los criados de Calisto, pero éstos se defienden y los ponen en fuga; su señor, que dormía en los brazos de Melibea, se intranquilizó y "quiso salir fuera"; en la oscuridad, tropieza y cae de la tapia; muere sin confesión (acto XIX). Melibea se suicida (acto XX) tras lamentarse de lo efímero y fugaz de sus amores.

El acto XXI está ocupado por el planto de Pleberio, padre de la joven protagonista, ante el cadáver de su hija.

5.2 Estructura argumental

"La Celestina" centra su argumento en torno a la peripecia amorosa de Calisto y Melibea. La acción no tiene preámbulo; entramos de lleno en una situación crítica rápidamente expuesta por el autor. la pasión de Calisto, el desdén de Melibea y el recurrir a la vieja alcahueta. En el primer acto está todo planteado. A partir de aquí el proceso se va a desarrollar, pese a la extensión de la obra, vertiginosamente.
El nudo ocupaba en la versión primitiva los actos 11 al XI. En él se nos presentan dos casos de corrupción: el de Melibea y el de Pármeno. Como el que siembra viento recoge tempestades, los perversos y los pervertidos tienen un fin desastroso. En la Comedia, la catástrofe final alcanzaba a los personajes capitales de forma casi simultánea; en tres actos sucesivos morían Celestina, Pármeno y Sempronio, Calisto y Melibea. Estábamos, pues, ante un claro final climático, resolución típica de la acción trágica.
La versión en 21 actos modifica el efecto de ese final, lo hace más complejo, le resta esquematismo. La intromisión de todo un submundo prostibulario en el proceso de los amores de los protagonistas permite que la obra tenga un primer clímax trágico y ejemplar en la muerte de Celestina y sus compinches; pero la acción no se precipita hacia su definitivo desenlace. Tras la intensidad de ese momento y de la primera noche de amor de Calisto y Melibea, asistimos a un conjunto de momentos cómicos a lo largo del Tratado de Centuria. La figura del rufián cobarde es la clave de ese episodio marginal, pero dramáticamente necesario en la nueva estructuración de la trama. También es cómico el quid pro quo de Alisa, madre de la joven enamorada, que insiste en el "casto vivir y honesta vida" de su hija que no sabe "qué cosa sean hombres". El mismo sentido tiene la simpleza de Sosia, criado de Calisto, que instigado sutilmente por Areúsa, cuenta todo lo que hace su señor en sus salidas nocturnas.
El sesgo cómico que ha cobrado la acción viene a cruzarse con lo trágico en el acto XIX; Sosia y Tristán, pajes de Calisto, ponen en fuga a Traso el cojo y la cuadrilla preparada por Centuria, pero las voces hacen que el protagonista intente saltar precipitadamente la valla y se mate. La catástrofe se redoblará con el suicidio de Melibea.

6. TEMAS Y SU RELACIÓN CON LOS PERSONAJES

El amor, la muerte, la magia, el dinero, la obscenidad son los temas de este libro, pero los temas más importantes serán el tema del amor, la muerte y la fortuna.

6.1. Los personajes. Rasgos generales
Hay una gama amplia de personajes caracterizados mediante el uso del diálogo, recurso este que sirve para expresar la interioridad del que habla y el mundo que le rodea, y la gran individualidad. Mediante el diálogo encontramos un juego entre múltiples "yo" y "tú", no aparece la tercera persona (el "él" del autor).
El lector conoce a los personajes como se conoce a las personas en la vida real: por lo que dicen y por lo que hacen, o por lo que otros dicen de ellos. Es la técnica del perspectivismo, cada personaje opina una cosa u otra sobre un personaje, de ahí que a veces hayan divergencias o contradicciones en el carácter o físico de un personaje, por ejemplo: lo que dice Calisto sobre Melibea y lo que dicen las prostitutas, Calisto hace una descripción de Melibea totalmente idealizada ("Comienzo por los cabellos.¿ Ves tú la madeja del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos (...). Los ojos rasgados, las pestañas luengas, las cejas delgadas y alzadas, la nariz mediana, la boca pequeña, los dientes menudos y blancos, los labios colorados y grosezuelos, el tomo del rostro poco más luengo que redondo, el pecho alto. La redondeza y forma de las pequeñas tetas.... Calisto usa el tópico de la "descriptio puellae", puede ser el retrato de cualquier mujer en la literatura medieval y renacentista.
Elicia y Areúsa, sin embargo, hacen un retrato más real; Elicia dice los siguiente: "¿ Gentil, gentil es
Melibea? Entonces lo es, entonces acertarán, cuando andan a pares los diez mandamientos" (popularmente, se llamaba "los diez mandamientos" a los dedos de la mano). "Aquella hermosura por una moneda se compra de la tienda" (quiere decir que no es natural, sino que se debe a los cosméticos).
Por cierto que conozco yo, en la calle donde ella vive, cuatro doncellas en quien Dios más repartió su gracia que no en Melibea; que si algo tiene de hermosura es por buenos atavíos que trae: ponedlos a un palo, ¡también dirás que es "gentil" ¡por mi vida, que no lo digo por alabar me, mas creo que soy tan hermosa como vuestra Melibea".
Areúsa todavía remata más la visión negativa sobre Melibea: "¡Pues no la has tú visto como yo, hermana mía, ¡Dios me lo demande si en ayunas la topases, (que Dios me pida cuentas de ello si lo que digo es mentira) si aquel día pudieses comer de asco! Todo el año se está encerrada con mudas de mil suciedades ("mudas" = cosméticos). Las riquezas las hacen a éstas hermosas y ser alabadas, que no las gracias de su cuerpo. Que, así goce de mí, unas tetas tiene para ser doncella como si tres veces hubiese parido: no parecen sino dos grandes calabazas. Su vientre no se lo he visto, pero juzgando por lo otro, creo que lo tiene tan flojo como vieja de cincuenta años. No qué se ha visto Calisto por que deja de amar otras que más ligeramente podría haber y con quien él más holgase (significa que Calisto podría tener a otras con más facilidad y con las que disfrutaría más, aludiendo claramente a prostitutas como ella).
En La Celestina encontramos personajes totalmente individualizados, lejos ya de aquellos personajes "tipos" que habían aparecido en la literatura. El autor parte del arquetipo (la mediadera en amores, el enamorado inactivo, la dama que rechaza...) para después poco a poco dotarlos de caracteres psicológicos, el personaje va evolucionando anímicamente. Sólo en un personaje secundario, Centurio, predomina el arquetipo, es el tópico (el "miles gloriosus" o "soldado fanfarrón" de la comedia latina de Plauto), no evoluciona, no está compuesto de elementos reales. Los demás personajes se llenan de humanidad, porque como nosotros van evolucionando conforme viven; sus almas son sucesiones de estados.
Otra característica de los personajes es que no son meros representantes de una clase social. Aunque pueda agrupárseles en clase alta y baja, éstas no condicionan su actuación, sus comportamientos. Por ejemplo, personajes de la misma condición social no reaccionan, no se comportan de la misma manera, sino de formas diferentes (Pármeno y Sempronio, Alicia y Areúsa, Calisto y Melibea). Esto junto a la atención que se presta a los personajes de clase inferior constituye un nuevo rasgo de originalidad de la obra y contribuye a la gran autonomía artística de sus personajes.
Por último, una características más es que todos los personajes se muestran con sus virtudes y defectos, con su grandeza humana, todos son conscientes del valor de su persona, e intentan afirmar su yo frente a un mundo que les es hostil y que acaba por dominarlos, condicionarlos totalmente (una realidad hecha de relaciones complejas, ya en el prólogo se expresa la idea de la vida como lucha). Estos personajes reflejan la necesidad que tiene el ser humano de sus semejantes, pero que en muchas ocasiones, todo intento de comunicación está destinado al fracaso, a la soledad.

También hay mucho de literatura en la relación de los personajes; por ejemplo, Calisto concibe su relación con Melibea a modo de vasallaje: "yo soy tu siervo Calisto". Calisto se llama su esclavo, su cautivo, su siervo. Se trata de la idealización de la mujer, la mujer amada, según el código cortés se halla en un pedestal. Calisto no vive un amor auténtico, sino un deseo sensual que intenta aliviar con rapidez; hay algo falso, algo artificial en su comportamiento: Cuando Calisto afirma que tiene a Melibea por su Dios, el criado le pregunta: "¿E assi lo crees? ¿o burlas?". Emplea Calisto la hipérbole sacroprofana. Los poetas de Cancionero, como los locos enamorados, "a sus amigas llaman e dicen ser su Dios". Calisto presenta su amor como un sufrimiento, como un mal, como también lo hacían los poetas de Cancionero. Habla de su "secreto dolor' de su "esquivo tormento" y de su "pena grande", describe su estado de ánimo valiéndose de una serie de imágenes literarias, como en las hipérboles "guerra-amor', "amor-fuego" que "quema y abrasa, etc.
Calisto recurre siempre a la literatura para justificarse y para afirmar su manera de ver las cosas. En muchas ocasiones podría vivir su pasión con más intensidad pero prefiere pensar en los ejemplos tomados de Ovidio, de la mitología y de la tradición.
Calisto es el representante del nuevo estilo de vida de una clase pudiente y ociosa, aburguesada: maltrata a sus criados, se comporta con extremosidad... es un ser inseguro que desconfía de sí mismo y espera pasivamente el resultado que le darán los esfuerzos de los demás, la activa intervención de los criados y de Celestina.

Ironía. El otro aspecto del amante.
Con ironía Rojas ataca la efusión de Calisto. Basta recordar la larga descripción de la belleza de Melibea, hecha por el amante de acuerdo con los modelos del Arcipreste, de Boccaccio y de otros escritores considerados modelos literarios.

La ampulosidad retórica de Calisto es una afectación con la que cae en el ridículo. Desde el primer momento Calisto sabe lo que quiere. A pesar de la galantería literaria en la que se refugia parte de su manera de ser, el lector sabe que el amante persigue un fin: la posesión física de Melibea. Si bien la idealiza y la llama su dios, y así mismo, su servidor, no puede ocultar qué clase de servicio espera de Melibea. El velo del mundo del sueño y de la fantasía literaria cubre el amor sensual de Calisto. Calisto se expresa como amante cortés, es cierto, pero debajo de todo ello, también existe otra realidad viva en marcado contraste con aquella.
Pero veamos el fin que tuvo ese amor. En la versión de veintiún actos, las muchachas quieren vengarse de Melibea. Acaban por pedirle a Centurio que apalee a Calisto, encargándole que se cuide de no matarle. Los criados Tristán y Sosia, que acompañan al amo, toman todas las precauciones al elegir el lugar para colocar la escalera. Nadie tiene intenciones de matar a Calisto. Sin embargo, cae y muere. Pero ¿por qué? A causa de cierto ruido producido por un cojo en la calle. ¿No es éste, quizá, el pasaje de mayor ironía de la obra

B) MELlBEA. El amor y el individualismo.
Es un personaje que evoluciona, al inicio muestra una gran indiferencia hacia Calisto, se niega incluso a hablar con él, pero después no puede contener la gran pasión que siente por Calisto. El amor de Melibea no es un amor cortés, aun cuando Melibea pronuncie palabras que proceden del lenguaje cortesano. Tampoco se trata simplemente de una pasión desenfrenada. El amor para ella es algo más, anima su existencia, es fuente de goce y de dolor, llega a ser la razón de su vida y de su muerte. Melibea es el personaje que expresa el conflicto de la voluntad individual y de las leyes sociales, es decir, la joven duda entre el deber y lo que le dicta su pasión. Frente a Calisto que aparece caracterizado como un hombre sin familia, Melibea sí tiene vínculos familiares y sociales de los que se siente responsable, pero con los que romperá cuando llega el momento de elegir entre ellos y la consumación de su amor.
Así, pues, frente a la pasividad de Calisto, Melibea es un personaje activo, consciente de la realidad, lo que explica que una vez rendida al deleite del amor, sea ella quien disponga los encuentros y se ocupe de los detalles prácticos.
Melibea encarna en la literatura española la conciencia de la mujer. Ya al principio se quejaba de no poder manifestar sus sentimientos. El amor por Calisto animó su existencia y ésta carecía de sentido desde que él había muerto. Por eso también Melibea decidió morir, afirmando así su voluntad hasta la muerte.

6.2.3. CELESTINA. La defensa del amor como principio natural.
Este personaje ya existía en la tradición literaria: Urraca, la Trotaconventos de Arcipreste de Hita, era un personaje convencional y genérico, como también lo era la Tercera de la comedia latina del s. XII Pamphilus. Sin embargo, Rojas con su personaje Celestina supera en profundidad psicológica y social y en perfección literaria, a sus antecedentes: dota a Celestina de una gran individualidad, ahondando en sus perversidades, explicándolas y mostrándolas ampliamente.
Celestina es el eje de toda la obra porque va y viene, actúa con seguridad, con total conciencia de sí misma y de su oficio ("puta vieja" que considera igual al de los demás y del que vive "como cada cual oficial del suyo. (acto XII»; y gracias a este oficio, a su capacidad intelectual y física y a su astucia psicológica se convierte en el personaje por excelencia.
Celestina tiene clara conciencia de su estatus social y no se refleja en ella ningún deseo de mejorarlo: una vieja alcohólica y sedienta de placeres (que no puede ya disfrutar, pero sí alentar, animar a otros). Tiene un pasado pecador, conoce las debilidades de los demás y se aprovecha de ellas. Es falsa, avarienta, cruel, tanto que un exceso de tales cualidades acabará desencadenando su muerte.
Pero ¿qué piensa del amor y cómo veía ella esta pasión de los seres humanos?
Celestina es maestra de Elicia y de Areúsa, pero, sobre todo, contribuye a que "puedan juntar sus voluntades" los que se aman. Ella ve en el amor un don de la Naturaleza, una fuente potente de vida que ofrece a los seres humanos toda clase de placeres. El amor para Celestina es un principio vital. El deleite de gozar, por ser un don de la Naturaleza, no puede ser malo -como dice en estas palabras la propia Celestina: "que cada día hay hombres penados por mujeres y mujeres por hombres, y esto es obra de la naturaleza y la naturaleza la ordenó Dios y Dios no hizo cosa mala". Por eso defiende el placer, como se observa en el recuerdo que hace de sus propias experiencias: "goce él de ti e tú de él", le dice a Areúsa, y añade: "Quedaos adios, que voy me solo porque me hazés dentera con vuestro besar e retozar. Que aun el sabor en las encías me quedó". Pero el placer, por ser humano, tiene su fin. Llega la vejez, y finalmente, la muerte, que acaba con todo. De ahí la ansiedad, la inquietud, la prisa por vivir, el deseo de aprovechar el tiempo, de gozar mientras fuera posible. La preocupación por el tema del "tempus fugit' se iba acentuando.
Esta prisa por vivir y este deseo de gozar de la juventud lo manifiestan todos los personajes de esta obra, pero Celestina lo expresa especialmente en cuestiones de amor.
El amor vence a todos, sin distinción de clases ni de estado. Celestina parte de esta idea, para ella Calisto andaba "de amor quexoso" y estaba convencida de que la pasión amorosa vencería a Melibea. Cuando ya nada convencía a Pármeno de la conveniencia de hacer las paces con Sempronio, Celestina sabía que aún le quedaba el anzuelo de las "muchachas". También Pármeno llegaría a ser víctima del amor.
Celestina también está de acuerdo con el "tostado" afirmando que es necesario que el que ame alguna vez se turbe. En Calisto la turbación es grande, y la pasión vence a la razón. De esta manera Celestina justifica el comportamiento de Calisto y Pármeno, ya que el criado se asombra de la pérdida de juicio de su amo. Celestina dice: "E muchas veces el amor engendra peligrosas enfermedades... E aun desta enfermedad algunas veces sigue la muerte". El amante, pues, experimenta los sentimientos más opuestos, ya que el amor es, a un mismo tiempo, razón de vida y de muerte, fuente de goce y de dolor.
Celestina refleja los vaivenes, las dualidades, los contrastes que el ser humano experimenta durante la pasión amorosa. El amor para ella no es simplemente un instinto biológico y necesario. Es razón de vida.

6.2.4. LOS CRIADOS
En esta obra el autor enfrenta a los personajes entre sí y con su medio, surge toda la realidad castellana de finales del siglo XV. Una sencilla división nos separa el mundo de los señores (Calisto, Melibea, Alisa y Pleberio) y el de los criados (los demás). Las relaciones entre las dos clases no están ciertamente idealizadas como acostumbraba a ocurrir en la literatura (la "comedia nueva"; por ejemplo). Los sirvientes adulan a sus amos, pero los odian y murmuran de ellos.
Los criados en esta obra tienen un nuevo enfoque literario, desde dentro, es decir, no son los criados tipos como se venían haciendo, sino que están dotados de rasgos psicológicos.
Pármeno y Sempronio, criados de Calisto son los más importantes; después están Tristán, Sosia y Lucrecia, (criados de Calisto y Melibea respectivamente) y por último las pupilas de Celestina: Elicia y Areúsa. Más allá de la posible ironía de sus nombres extraños de raíz clásica, los criados, como los demás personajes, responden a la realidad de la época.
Originariamente el criado era un miembro más de la casa ligado al amo por deberes morales, pero en el siglo XV esta relación se sustituye por otra meramente económica y que pone al descubierto las desigualdades sociales. Así, los criados de esta obra, especialmente los de Calisto, son "mercenarios"; es decir, se mueven únicamente por la obtención de sus salario. Esto explica que, aunque son conscientes de la maldad del negocio que Celestina y ellos se traen entre manos, el egoísmo de Calisto, el maltrato a que los somete (especialmente a Pármeno), hace que vuelva la espalda a cualquier relación afectiva y, que incluso Párrneno termine haciendo caso a los consejos de Celestina y procurando su propio beneficio exclusivamente.
Así lo resume Celestina: "estos señores desde tiempo más aman a sí que a los suyos, y no yerran. Los suyos igualmente lo deven hazer. Perdidas son las mercedes, las magnificencias, los actos nobles. Cada uno destos cautivan y mezquinamente procuran su interés con los suyos. Pues aquellos no deven menos hacer, como sean en facultades menores, sino vivir a su ley'. (Acto 1).
Los criados no están de acuerdo con un reparto de papeles en que les ha tocado la peor parte. Cada uno de ellos intenta o ha intentado modificar ese determinismo. La mayor parte de los sirvientes, más corridos y experimentados, se han desengañado de las posibilidades que esa sociedad ofrece para romper las barreras estamentales; de ahí su rencor hacia los señores.
El caso de Areúsa es ejemplo de ese individualismo que se opone a la estructura jerárquica de la sociedad en razón de la riqueza y el nacimiento. (Ejemplo de ello cuando Areúsa se compara con Melibea).

6.2.5. ALISA Y PLEBERlO
Los padres de Melibea, Pleberio y Alisa, son creación exclusiva de Rojas, ya que no aparecen en la primitiva comedia. Su caracterización contrasta con la de los padres de los enamorados que aparecen en las comedias latina y humanística y en la ficción sentimental. En estos géneros el padre representa la autoridad y generalmente es muy severo con las faltas de sus hijos, especialmente con las de las hijas.
El papel de la madre en estas comedias responde a dos tipos: la madre de la enamorada que actúa cubriendo las faltas de la hija e incluso convirtiéndose en tercera de sus amores; el otro tipo corresponde a la madre compasiva que intenta dulcificar la crueldad del castigo que el padre impone a la hija.
En La Celestina, los padres de Melibea se apartan de estos dos modelos, porque ni el padre es severo y vigilante, ni la madre piadosa o encubridora. Ambos son negligentes en el desarrollo de sus obligaciones y responsables de malcriar a Melibea.
Sólo después de marchar Calisto, se despiertan Pleberio y su mujer, sobresaltados por el ruido que oye en la habitación de su hija. Sin embargo, sus temores duran poco, pues se tranquilizan sin intentar indagar más. La falta de vigilancia se repite cuando por segunda vez Calisto acude a la cita de Melibea y ésta pierde su virginidad. También en esta ocasión duermen todos en la casa de Pleberio.
El descuido de los padres se repite en la última escena de amor. Después de un mes de incidentes, durante el cual Melibea ha podido comprobar el profundo sueño de sus padres, su confianza es tal que no sólo no toma precauciones, sino que en unión de Lucrecia se entretiene plácidamente mientras espera a Calisto cantando canciones de amor. Los padres no se despiertan ni por los cánticos de su hija ni por el ruido de Traso y sus compinches, ni por la caída de Calisto, ni por los lamentos de los criados, ni los lloros y quejas de Melibea. Al final, cuando Lucrecia se ve obligada a despertar a Pleberio, éste le recrimina que le despierte con tanta importunidad e impaciencia.
Rojas reitera que Pleberio no cumple con su obligación de padre.
La muerte de Melibea justifica la pérdida del control de Pleberio sobre su muro y su deshonra. El programa que formuló en el acto XVI de una vejez tranquila y honorable garantizada por la seguridad de sus posesiones en los descendientes de su hija se ve definitivamente truncado por su suicidio. El suicidio de Melibea no es legal ni le dará fama, ya que la muerte por amor no era honorable en una doncella y la deshonra recaía sobre el padre, que tenía la obligación de prevenirla.
Pleberio actúa en consonancia con la debilidad de su carácter y con la jerarquización de sus valores y por ello lo primero que lamenta es la vida dolorosa que le espera y la falta de herederos para su gran patrimonio. Todo el planto gira en tomo a las carencias que la muerte de la hija le depararán. La insistencia sobre su soledad y triste vejez lo abren y lo cierran.
Pleberio no asume su responsabilidad en los hechos ni se plantea el incumplimiento de su deber de padre. No rechaza los valores de su sociedad, como son el linaje, la honra o la fama, sino que culpa a la fortuna, al mundo y al amor de la situación en que se encuentra. Lo único que admite es su confusión.
Las palabras de Pleberio que dan fin a la obra resumen los acontecimientos de la obra. De ahí que el pesimismo sea inherente y esté relacionado con la caracterización y actuación de los personajes y se fundamente en que ninguno sea capaz de ver las claras señales de su destrucción.
Paradójicamente, en el pesimismo de Pleberio está el rayo de esperanza que el autor nos ofrece. Quien se aleje de los errores de los personajes podrá evitar su final porque será capaz de ver entre lo verdadero y lo falso, entre los bienes propios y los bienes ajenos.

6.3. OTROS TEMAS

La ambición es un motivo que se convierte en tema central de la obra, queda planteado desde el principio, pero en el acto XII llega a su máxima cumbre: muerte de Celestina y criados, etc. Para hablar de la ambición es obligatorio mencionar la característica de individualismo en los personajes, que refleja el cambio social que se está produciendo en el paso de la Edad Media al Renacimiento. Este individualismo se ve claramente en los criados y en las prostitutas que nos aportan una autoafirmación del hombre que empieza a notarse ya en la estratificación social; los criados pretenden aprovecharse de sus amos, de ahí la ambición material que se suscita en ellos; ambición a través de la que afirman su propia dignidad y su autonomía, ambición que desencadena la tragedia.
La fortuna. El discurso final de Pleberio. La voz del autor. Pleberio es el que introduce con mayor relieve el tema de la fortuna en el discurso final de la obra, en el que la mayoría de los críticos ven la casualidad, la acción inexorable al someterse a las pasiones. Gilman ve la propia voz del propio Fernando de Rojas en el monólogo de Pleberio, que se centra "en un amargo apóstrofe de acusación a la fortuna, al mundo y al amor como conclusión cuando todos los personajes han muerto". Pleberio parece ser el portavoz final de la intención moral de Rojas, donde nos deja ver las cosas que rodean la acción humana.

La muerte aparece en esta obra como vengadora de los excesos cometidos tanto en el amor como en la ambición. Aparece de golpe, sin avisar, como castigo, sorprendiendo a los protagonistas. Este tema está relacionado con el de la fortuna que se observa, como hemos apuntado anteriormente, en el discurso final de Pleberio.
La magia de Celestina. Será bajo el pretexto de vender hilado como la vieja intentará entrar en la casa de Melibea. Para hechizar a la joven es necesario que, al salir Celestina deje el demonio oculto en la casa para completar el hechizo. Nada más fácil que esconderlo dentro del hilado. Ahora bien, una madeja de hilado recuerda, si bien lejanamente, una culebra enroscada. Partiendo de esta asociación de ideas, le explica fácilmente el papel del aceite serpentina en el conjuro.
Rojas, mucho más tarde, insiste en el hecho de que Melibea misma, sin enterarse de la significación de lo que dice, relaciona la "philocaptio" de que es víctima con sensaciones que le hacen pensar en mordeduras de una serpiente. Pero Rojas, después de tanta preparación, no se atreve a poner en boca de la vieja un conjuro de Satanás que reprodujera los recomendados en los manuales.
Celestina empieza conjurando a Plutón; pero los epítetos con los que califica a continuación ("emperador de la corte dañada, capitán de los condenados ángeles..., gobernador y veedor de los tormentos y los atormentadores de las pecadoras ánimas") hacen evidente que a quien conjura Celestina es a Satanás, ligeramente disfrazado bajo una capa clásica.
Al final del acto 111 Celestina parte de la casa de Melibea, confiada, en el mucho poder que la ayuda diabólica le garantiza. Es curioso, al empezar el acto siguiente, hallarla en camino, sufriendo una aparente crisis de ansiedad. Esta crisis, artísticamente ensancha y humaniza la personalidad de la vieja, porque teme que el intento de "philocaptio" que hizo contra Melibea sea descubierto y teme sufrir los duros castigos que reservaba la ley a los condenados por la hechicería.
Con todo esto, Rojas parece que quiere demostrar a sus lectores por boca de la vieja hechicera, que no es posible tener una confianza absoluta en el demonio. Melibea también intenta denunciarla por lo que es: . iQuemada seas, alcahueta falsa, hechicera, enemiga de la honestidad, causadora de secretos yerros!". Este momento es importantísimo, porque demuestra la extraordinaria resistencia moral de Melibea, no sólo ante las astucias puramente mundanas de la vieja, sino ante los efectos
del tremendo maleficio que representa el hilado y la presencia demoníaca dentro de él. Pero Melibea al final queda vencida. Llamado por Celestina el demonio cumple el pacto.

7. EL MUNDO URBANO Y LA PROSTITUCiÓN

Los críticos de La Celestina no han tratado el tema de la prostitución en la obra de manera histórica; siempre se ha considerado a la Celestina y a las muchachas desde la perspectiva literaria. Sin embargo, esta Tragicomedia refleja bastante bien cómo era el mundo prostibulario en la sociedad el siglo XV.
Para el último tercio del siglo XV las peticiones de los municipios para que la Corona permitiera la institución de burdeles públicos en las ciudades dieron lugar a la reglamentación legal de la prostitución. A partir de ahí se instalan burdeles municipales en las principales ciudades aunque los argumentos que se escuchan una y otra vez son las denuncias de la relajación y depravación de las costumbres. Los municipios se muestran preocupados porque la inmoralidad atenta contra las buenas costumbres de los ciudadanos, e incluso contra la santidad de los conventos, que dicen haberse convertido en burdeles. Ante este temor alejan los burdeles de las calles principales donde viven gente honrada y los sitúan en los arrabales de las ciudades. Se prohibe como consecuencia la prostitución clandestina, con objeto de que el control del dinero de este negocio lo dominan los municipios, imponiendo penas severas a los que no acatan la ley y, en caso de reincidencia los expulsaban de la ciudad.
También se incrementaron las penas para quienes practicaran la tercería o alcahuetería, pudiendo ser incluso condenadas a la hoguera.
No obstante en el siglo XV había gran optimismo sobre la eficacia de la reglamentación para contrarrestar la corrupción de las costumbres.
Fernando de Rojas, como jurista y residente de Salamanca en ese momento, estaría enterado del establecimiento de la prostitución legalmente. Se da además la circunstancia de que la institución del nuevo burdel coincide plenamente (1497-1498) con las fechas en que se compuso La Celestina, por lo que la importancia que tiene en la obra la prostitución encubierta no puede considerarse casual. La consolidación de los burdeles públicos y la consiguiente represión de los clandestinos y de la prostitución libre alcanzó en esos años a la mayor parte de las ciudades castellanas.
La Celestina parece adecuarse perfectamente al sentir general de los daños que suponía para la moral ciudadana la práctica incontrolada del comercio camal. En ella se ejemplifica el poder de corrupción de las alcahuetas y se muestran los entresijos de ese comercio que pervertía a todos los vecinos. de la ciudad.
Todos los habitantes de la bulliciosa urbe que presenta se ven tocados por las malas artes de Celestina. Desde los caballeros hasta el clero, desde las doncellas guardadas hasta las sirvientas, desde los estudiantes hasta los artesanos y labradores, a todos alcanza su poder.
Rojas también se hace eco de los malos tiempos y de las dificultades en que han caído quienes continúan viviendo del comercio camal libre. Lo señala en la decadencia de la casa de Celestina. La alcahueta ha visto mermada su mancebía en los últimos años; ha perdido pupilas, pues si antes tenía hasta nueve, ahora cuenta con una sola, Elicia; se ha visto obligada a mudarse fuera del centro de la ciudad, como exigía la nueva normativa legal, y tiene que vivir en los arrabales. Nos muestra el miedo al castigo que acecha a Celestina, y, las precauciones de Areúsa para que no se enteren los vecinos cuando recibe a Pármeno también reflejan sus intentos de hacer pasar su oficio inadvertido de las autoridades. Finalmente, Rojas ilustra la amenaza de estas mujeres para la moral de la sociedad y para el orden público.
En los actos añadidos se ve con especial claridad la relación entre la corrupción de las costumbres y la inseguridad ciudadana provocada por la confabulación entre rameras y rufianes.
La riqueza de detalles con que Rojas presenta estos aspectos del ambiente urbano nos indican su conocimiento de ese mundo donde pasó sus años de estudiante de derecho; desde el ambiente intelectual que le propició el estudio filosófcio del amor, hasta los cambios sociales y económicos, hasta los intentos por parte de la Corona y de los municipios de controlar la moral pública por medio de la reglamentación de la prostitución. La incorporación de estos detalles hace de La Celestina además de una obra literaria excelente, una brillante descripción de la sociedad urbana de su tiempo.



8. SOCIEDAD. ESPACIO. TIEMPO.

En relación con la localización del espado urbano, de la ciudad concreta en que se desarrollan los hechos, se han barajado varias posibilidades: y diferentes críticos han situado la acción en Salamanca, Toledo, Talavera, Sevilla o Valencia.
Lo cierto es que el autor no hizo referencia concreta a ninguna ciudad. ¿Por qué empeñarse, pues, en señalar una ubicación concreta y exacta? ¿No pretendería Rojas generalizar, universalizar la trama por referencia a una ciudad genérica en la que fuese posible la existencia de semejantes relaciones sociales, y se manifestasen las circunstancias propias de la vida urbana? Las referencias espaciales concretas se reducen a la Iglesia de la Magdalena, la torre de Pleberio, el río, los navíos, el barrio de las temerías y poca cosa más. Con ello, el autor pretende dotar a la obra de verosimilitud y realismo.
Fuera ya de si se trata de una ciudad u otra, la ciudad de esta obra es perfectamente reconocible para el lector de la época por los siguientes aspectos: las acciones (paseos, ir a Misa, la caza...) yellenguaje (términos y referencias al mundo comercial); todo esto señala una ciudad burguesa y castellana, y permite al lector considerar a los personajes como sus contemporáneos.
Por otro lado, cabe destacar que Rojas describe la ciudad con un propósito más amplio, el de dar una visión de los más diversos elementos del siglo XV. Prescinde para ello de la Corte, del mundo estudiantil y del estamento religioso (de este último sólo aparecen menciones indirectas por parte de Celestina). Rojas se centra en la nueva burguesía asimilada a las prácticas nobiliarias gracias a su riqueza: describe el cambio que ésta realiza sobre los valores establecidos con la consiguiente sensación de desorden y caos; por ejemplo, su característica prisa por actuar, su profunda angustia ante el inevitable paso del tiempo y su visión mercantilista d ela vida, su ostentación; refleja asimismo las relaciones basadas en el afán de dinero y la consecución de provecho, que establece con sus criados, unos criados que son embusteros y tramposos, cobardes y tan codiciosos como sus amos. La naturaleza humana es mala, y nadie es mejor o peor según sea su estatus social.
La Celestina se caracteriza por una gran libertad en el tratamiento del espacio dramático: vitalidad y dinamismo de la acción, multiplicidad de escenarios, simultaneidad espaciaL..
Quizá la nota más llamativa sea la multiplicidad de escenarios. Los personajes se mueven por un espado urbano itinerante con libertad y dinamismo: tan pronto los encontramos en casa de Calisto como en la casa de Celestina.

Los escenarios pueden dividirse en dos grandes grupos:
- escenarios interiores: las casas de Calisto, Celestina, Melibea, Areúsa y Centuria. - escenarios exteriores: las calles y plazas de la ciudad, y el huerto de Melibea.

A pesar de lo dicho el número de espacios o escenarios distintos no es superior al habitual en la Comedia del siglo XVII. Lo que caracteriza a La Celestina es el constante ir y venir de los personajes, el constante fluir de un lugar a otro, lo que le acerca, en cierta medida, a la técnica cinematográfica.
Al igual que ocurre con el tiempo, son los propios personajes los que, en múltiples ocasiones, hacen indicación -en sus diálogos- del lugar o características del escenario.
Un rasgo peculiar y significativo de la obra reside en la existencia de algunos espados simultáneos: en rIocasiones, se alternan situaciones que transcurren de forma simultánea en espacios distintos. Es lo que sucede, por ejemplo, en el acto XVI, cuando Pleberio y Alisa hablan del matrimonio para Melibea; simultáneamente ésta comenta con su criada Lucrecia lo que está oyendo. En el acto XII, mientras CaJista está junto a las puertas de la casa de Melibea, sus criados, un poco más lejos expresan su temor y ponen de manifiesto su cobardía al escuchar los primeros ruidos de la guardia del alguacil.
Por medio de esta técnica, Fernando de Rojas pone de relieve actitudes opuestas, completa informaciones, o descubre hechos conocidos con intención generalmente irónica.

9. DIÁLOGO Y ESTILO

Observa Menéndez Pidal que "el estilo de La Celestina renueva y esmera las principales perfecciones con que los escritores del S. XV venían moldeando el idioma... el diálogo, que hasta entonces apenas existía, pues no se ejercitaba sino en la sucesión de discursos desgranados, ahora se articula y se anima, y se matiza maravillosamente en ésta que es, a la vez, primer ensayo y obra maestra de la prosa dramática española".
En efecto, La Celestina es un cuadro de la belleza, la exuberancia, y pasión humana que se vivifica por medio de un lenguaje plástico y vital en un diálogo espontáneo y expresivo. El diálogo hace resaltar los sentimientos y la personalidad de sus protagonistas, da vida a la acción de la obra y hace de ésta un ejemplo máximo del realismo verosímil. Llegamos así a un conocimiento más profundo de las pasiones amorosas de los dos amantes y del dolor emocionante de los padres de Melibea. Se hacen más vividas la cobardía y la agudeza de observación de Sempronio y Pármeno, y más notable el individualismo de las amigas de Celestina: EJicia, Areusa y Lucrecia.
La exploración de los sentimientos íntimos, la penetración psicológica de los personajes y de sus preocupaciones vitales, adquiere una dimensión verdaderamente significativa a través del diálogo. El arte artístico de Rojas consiste en producir, en las páginas de La Celestina, un diálogo variado pero siempre expresivamente humano.
El lenguaje se acomoda a la condición social y a las situaciones de los personajes, así que, al filosofar, su habla se colora con un elemento de afectación. De tal manera, cuando Cajista lamenta su suerte en el acto VIII, lo hace en tono solemne, mientras que el criado Sempronio le reprende por su elocuencia:

Deja, señor, esos rodeos, deja esas poesías, que no es habla conveniente la que a todos no es común, la
que todos no participan, la que pocos entienden.
Sin embargo, lo que es para Sempronio, y algunos críticos modernos, excesiva ornamentación en el habla de su amo, es, para otros, reflejo del "buen gusto" literario de aquella época, que sirve para lograr un equilibrio entre la tradición culta y la realista. A veces, cuando la situación lo requiere, los mismos personajes humildes emplean un lenguaje noble y formal, como en el conjuro que hace Celestina al final del acto 111.

En La Celestina, frases cultas y alusiones eruditas abundan junto a un lenguaje vivo y popular cuya riqueza se aprecia en los refranes y en las expresiones irónicas y humorísticas. Los refranes aquí, como

en la entera tradición literaria, ejemplifican la sabiduría del pueblo.
El estilo de La Celestina nos ofrece también, un lenguaje detallado que sugiere la impresión de verismo.

10. SOBRE LA MOTIVACiÓN Y FINALIDAD DE LA OBRA



Fernando de Rojas señala que lo que le movió a escribir fue dar a los jóvenes armas contra el amor y avisarles de los engaños de falsos sirvientes y alcahuetas, entremezclando "dichos lascivos y rientes" para hacer la lección más agradable y provechosa. Si decidió continuar la obra del primitivo autor fue movido por su excepcional calidad, tanto de estilo como de contenido, y por su valor didáctico, pues no sólo era una historia "dulce" y contenía "agradables donaires", sino que de la gran cantidad de sentencias "salían deleitables fontecicas de fiolosofía... y avisos y consejos contra lisonjeros y malos sirvientes y falsas mujeres hechiceras". Rojas, pues, pretende continuar la obra que encontró, respetando la finalidad didáctica que dice haber obtenido de su lectura y relectura, así como emular el estilo sentencioso, de una parte, y desenfadado, de otra, que el primer autor dio a su obra.
El énfasis del fin didáctico de la obra está reiterado en los versos acrósticos, donde Rojas señala de nuevo que su obra es ejemplo para huir del amor y del vicio y practicar la virtud, y que el fin de los "dichos lascivos y rientes" es hacer más agradable la lección. En las octavas añadidas al final de la Tragicomedia vuelve a insistir sobre la importancia de distinguir la paja del grano, es decir, las burlas y chistes de las lecciones honestas. Se defiende de la aparente liviandad de su obra afirmando su "limpio vivi!'" y su celo en "amar, temer y servir al alto Señor y Dios soberano". Aclarada así su motivación y buenas intenciones, Rojas deja en manos del lector la responsabilidad de obtener el fruto adecuado. No obstante, le da una serie de consejos que le faciliten la correcta lectura. Tras hacer una enumeración valorativa de los diversos lectores posibles, descarta a quienes, por leer la obra superficialmente, no se aprovechan de las lecciones que ofrece:

-Pero aquéllos para cuyo verdadero placer es todo, desechan el cuento de la historia para contar, coIigen la suma para su provecho, ríen lo donoso, las sentencias y dichos de los filósofos guardan en su memoria para trasponer en lugares convenibles a sus actos y propósitos- (p. 105-106)

Los propósitos que Rojas dice perseguir son elementos de la teoría del enseñar deleitando y nos recuerdan de manera particular la insistencia que sobre estos puntos hizo Juan Ruiz en su Ubro de Buen amor.

En fin, las reacciones que podemos observar en esta obra contra la Edad Media es la "desordenada" pasión que Calisto tiene por Melibea, y el lograr sus deseos, representan una reacción dinámica contra los sistemas tradicionales, como lo simboliza también el suicidio de Melibea, quien se deja llevar por el impulso del momento, sin ninguna preocupación por la condenación eterna; al contrario, recordemos que antes de arrojarse por la torre, lamenta el no haber podido gozar más del amor. "¿ Cómo no gocé más del gozo?" .
Este libro muestra las circunstancias personales y ambientales que marcaban la vida del ser humano en la Castilla de finales del XV. Pero esta obra no refleja tan sólo una crítica social: el juicio de Rojas reflejará la naturaleza humana: la soledad irremediable, esa soledad cotidiana que acompaña a todos los personajes a pesar de sus esfuerzos de libertad e individualismo. Estos rasgos se identifican ya con la corriente humanística del Renacimiento.












































































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