viernes, 25 de noviembre de 2011

"Masticando el Quijote"

El Quijote es estupendo. Lo malo es que hay que leerlo.
El libro es formidable, de eso no hay duda. Pero ¿leerlo? Estamos en campaña.
Por fin una campaña defendible. Promocionar uno de nuestros
triunfos más perdurables: el Quijote. La oportuna celebración del
cuatricentenario aún no sabemos si funcionará mejor que los Juegos
Olímpicos. Sí, porque ahí sale un señor y bate el récord de los 1.500
metros. Pero con el Quijote no, se supone que hay que quedarse a
solas, leerse las dos partes, las notas al pie. Si el Quijote fuera un
chicle, problema resuelto. Lo masticamos un rato y luego lo escupimos.
Pero es un libro. También es mala pata. Es muchísimo más
fácil celebrar el triunfo en la Copa Davis. Es tan complicado llenar de
sentido esta celebración que vale la pena intentarlo.

¿Y si la conclusión del Año Quijote sirviera para desentrañar
cómo enseñar el Quijote? Un país en el que un cuarto de los ocupantes
de pupitres no alcanzan el nivel básico de comprensión lectora,
y ya se pueden imaginar que el nivel básico es bastante precario,
¿puede presumir de su Quijote? Aquí podríamos practicar el lanzamiento
del Quijote, usar el Quijote de peana para la barra e incluso
el Quijote como almohadilla en los toros; pero leerlo, aquí siempre
hemos leído el Quijote con pértiga.

¿A un profesor de Literatura le toca dar el Quijote y qué hace con
sus alumnos? ¿Lee un capítulo? ¿Les pone la serie de televisión?
¿Les lleva de visita a La Mancha? ¿Se suicida? El problema de la
lectura en el mundo moderno es un problema de ritmo. La lectura es
lenta. Leer el Quijote escapa a la capacidad de los adolescentes. Si
el Quijote se pudiera meter en un mensaje de móvil. Para masticar
el Quijote habrá que enseñar antes a los chavales a destripar el tiempo,
a vencer la ansiedad, la prisa, a encontrarle el gusto a placeres
que se obtengan con un poquito más de esfuerzo que el orgasmo o
que el zapatazo teledirigido de un muñeco en la Play.

David Trueba, Dominical, 2 de enero de 2005, p. 6

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