COMENTARIO
Oda a la vida
retirada
Fray Luis de León
ÉPOCA
Tanto
el poema, como su autor, son una clara representación de la poesía renacentista
español, enmarcada en la temática religiosa, pero haciéndose eco del Humanismo
del momento. Nos situamos en el siglo
XVI y, en concreto, hacia la mitad del mismo, después de que el poeta hubiera
salido de la cárcel en la que le habían tenido durante cinco años, por
atreverse a rescribir un texto bíblico con el fin de que llegara a un público más amplio y menos docto la palabra de Dios. Estas
actitudes sociales son la consecuencia de la política de aislamiento practicada por Felipe II y la
Contrarreforma, haciendo de la literatura religiosa una baza para cortar el avance del
protestantismo centroeuropeo.
Fray
Luis de León no solo escribe en verso, sino que fueron igualmente conocidas y
“revisadas” sus obras en prosa “De los nombres de Cristo” o “La perfecta casada”. Sin embargo, es en el verso donde
muestra su expresión de los sentimientos más íntimos, mezclados con su visión
de la realidad exterior.
CONTENIDO
Dos
rasgos de su personalidad encontramos en su poesía, también en la que vamos a
comentar: la humildad y el sentido de la pobreza, que contrastan con el desorden de la corte y el mundo artificioso
en que se ve el hombre que no sabe escaparse de él y encontrar en la Naturaleza
su reposo y felicidad.
Como
escritor renacentista revisa las corrientes literarias en voga y se siente
próximo al Estoicismo que busca el equilibrio en el orden natural -como lo muestra su búsqueda del horaciano
“Beatus Ille”-,exaltando la vida natural, frente a la artificial y agitada.
También próximo al Neoplatonismo, exalta la belleza de la naturaleza en la
Tierra, la idealiza para mostrar lo mejor de ella:”Locus amoenus”.
El
contenido se organiza atendiendo a distintos aspectos vitales del poeta: en la
primera lira alaba la vida descansada; entre la segunda y la
cuarta expresa que es lo que no le preocupa: riqueza, lenguas
lisonjeras, habladurías ajenas; la quinta es una exaltación de la Naturaleza,
integrándola como un tema más de la composición; de la sexta a la duodécima
muestra sus deseos: días
tranquilos, sueños reposados, despertares con las aves, vivir consigo
mismo, un huerto, una fontana, el aire; también enseña sus
rechazos: a los tesoros y
las tormentas del mar ; por último, nos enseña en qué consiste su
humildad: una mesa sencilla, llena de paz, sombra de los árboles y la
música. Cinco partes para una composición de 85 versos.
Los placeres terrenales que se ven en el lujo de
los adornos, de los navíos que llegan de
América, en las mesas repletas de
comidas, en las bocas que hablan sin saber de lo que hablan; todos ellos serán
rechazados por un sentimiento más apegado a lo que dice la Naturaleza, la
Tierra, a la que si trabajas y cuidas, te da su recompensa. Vemos dos mundos
enfrentados y la decisión inamovible de Fray Luis que sabe encontrar su camino.
A
medio camino entre la forma y el contenido, y teniendo en cuenta que ante una
obra de arte, como es cualquier texto literario, podemos comentar, también de
qué manera tan interesante mantiene la coherencia y la cohesión en el conjunto
de las diecisiete liras.
La
coherencia nos proporciona el sentido
global del texto, y éste lo apreciamos en la continua referencia a la sencillez
y serenidad que aporta la Naturaleza y el trabajo y la vida en el campo junto a
la humildad del propio poeta. Aunque no se repiten expresiones, el hilo
conductor está claro. Por otra parte, conocer el estilo y la selección de temas
del autor ayuda a reafirmarnos en la comprensión del poema.
La
cohesión está expresada en la
reiteración léxica: cura, monte, oro – dorado (muy limitada pues la
riqueza léxica es admirable en cualquier
obra de este poeta); también con palabras
que comparten el mismo campo semántico de la Naturaleza: montes, río,
fuente, ave, primavera, flor, sombra, haya; o sinónimos: fuente –
fontana; valle – verdura; aire – cierzo y ábrego; descansada vida - libre de
amor, de celo/ de odio. También
encontramos marcadores textuales de adición Y, que aportan ese sentido
de continuidad que tiene el conjunto de las liras.
FORMA.
Llegando
al aspecto formal, y enlazando con lo último comentado, el mantener la misma estrofa
en toda la composición, contribuye a la cohesión. La lira es una estrofa que
nace en el renacimiento español, creada por Gracilaso de la Vega, y que es
habitual en la literatura religiosa española, tanto de la mano de Fray Luis de
León como de San Juan de la Cruz.
La
estrofa está formada por cinco versos, combinados de arte menor, heptasílabos y de arte mayor,
endecasílabos (aBabB), rimando en
consonante. Cada una de las de este
poema tiene su propia rima. En los versos es frecuente encontrar sinalefas,
hiatos y también tres diéresis, que regulan el cómputo silábico de la estrofa;
por ejemplo, en el segundo verso podemos ver las tres licencias: la-del-que/hu-yel-mun-da
nal-rü-i-do, para conseguir el verso endecasílabo.
Es
muy interesante la ruptura de palabra que se presenta como un encabalgamiento
suave (entre los versos 76-77); este hecho nace en la poesía italiana de la
antigüedad clásica, con Horacio como su representante.
En
la selección del léxico ha escogido palabras que se aproximan al mundo
clásico en que se fijan los humanistas del siglo XVI español: cura, presta,
rompido, fontana, téngase, lauro.
La
lengua manifiesta, también, gusto literario, siendo muchas las figuras
retóricas con que está compuesta
esta oda: comienza con una exclamación, para indicar la presencia del yo del poeta, desde el
principio y lo mantiene más adelante, junto al apóstrofe con que llama a
la Naturaleza, a través de sus elementos
(v. 21-25). La interrogación retórica (v. 16-20) facilita que el receptor comparta
con el poeta ese desinterés por lo que los demás digan de uno, a favor de la
libertad individual -recordemos que el hombre cobra importancia en este momento
cultural: si se distancia de la omnipresencia divina es porque el ser humano
adquiere protagonismo. El asíndeton del verso 21 nos da
una rápida visión de los referentes naturales en que se sitúa el poeta. El hipérbaton
facilita la expresividad que se busca en el verso, dirigiendo nuestra lectura para que nos hagamos eco de lo que más
interesa al poeta, por lo que lo coloca en
primera posición aunque la lógica del castellano le llevara a otras
ideas (v. 2, 8-9, 15, 22-25, 31-32…). El
pleonasmo del v. 36 y del 42 refuerza la presencia de la voz del poeta
-¿quién si no, va a vivir consigo mismo,
salvo uno mismo? Las metáforas
son continuas entre los ochenta y cinco versos: mundanal rüido como
el trastorno de la corte y las ciudades; roto navío,
el propio poeta que se ha derrumbado
tras el paso por la cárcel y tiene ahora que volver a forjase. Las metonimias
hacen un papel similar a la metáfora
tomando solo una parte del objeto del que se habla para representarlo: jaspe,
columnas construidas con esta piedra preciosa; lengua lisonjera y dedo,
para referirse a las personas chismosas y burlona; falso leño, para
referirse a esas naves que aparentemente traían muchos tesoros de América, pero
que no dejaban grandes muestras de ello en España. La Naturaleza se convierte
en un tema más, como decíamos al
comienzo y esto se representa con las continuas personificaciones
por medio de las que se manifiesta: v.41-45, 49-50, 57, 60; no solo la
humaniza, sino que la hace, a la vez,
protagonista.
En
fin, algún recurso más quedará entre los versos; sin embargo, creemos que con la muestra que damos, podemos hacer
una alta valoración del conocimiento del léxico y del interés por combinar la
sencillez de su expresión con el lujo artístico con que los presenta.
CONCLUSIÓN.
La
literatura renacentista está bien
representada por este poema. Su calado religioso e íntimo quedan subordinados
al sentimiento poético, humanista y es su intersección lo que hacen de esta oda
una joya literaria.
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