COMENTARIO
DE “LA NOCHE OSCURA
DEL ALMA”, DE SAN JUAN DE LACRUZ.
Por
Rafael Roldán Sánchez.
Noche oscura del alma
En una noche oscura
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada
A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dromido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme;
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
TEMA.
El tema del texto es el encuentro de una
muchacha, en la noche, con su amante.
RESUMEN.
Una joven
cuenta cómo, en plena noche, aprovechando la tranquilidad de esa hora, sale a
escondidas de su casa y va a reunirse con su enamorado. Envuelta en la
oscuridad, se deja dirigir por la luz de su propio amor hasta el lugar de la
cita, donde la pasión de los amantes culmina. A continuación, relajados por la
brisa nocturna, los amantes se adormecen, primero, el amado velado por la
amada, por último, ella misma.
ESTRUCTURA.
El texto se
puede dividir en cuatro partes:
-Primera parte
(estrofas 1ª y 2ª): trata de cómo la muchacha escapa de su casa.
·
Primera subparte (vv. 1º-3º):
el amor es el motivo de los actos de la muchacha.
·
Segunda subparte (vv. 4º-5º):
nadie nota su marcha.
·
Tercera subparte (vv.
6º-10º): la muchacha sale sin luz y a escondidas.
-Segunda parte
(estrofas 3ª y 4ª): muestra a la muchacha, ya fuera de la casa, yendo al
encuentro del amado;
·
Primera subparte
(vv.11º-12º): la muchacha avanza sin ser vista por nadie.
·
Segunda subparte (vv.
13º-18º): el amor que siente la orienta en la oscuridad.
·
Tercera subparte (vv.
19º-20º): su amado la espera en un lugar solitario.
-Tercera parte
(estrofa 5ª): expresa el clímax que provoca el encuentro de los amantes.
·
Primera subparte (vv. 21º-
24º): apelación a la noche, que ha hecho posible la reunión de los amantes.
·
Segunda subparte (v. 25º):
los amantes se funden en uno con el otro.
-Cuarta
(estrofas 6ª, 7ª y 8ª): describe la relajación que sigue a la pasión del
encuentro.
·
Primera subparte (estrofa 6ª):
muestra la dulzura de la amada al velar el sueño del amado.
·
Segunda subparte (estrofa 7ª):
el aire nocturno exacerba los sentidos de la amada.
·
Tercera subparte (estrofa
8ª): la amada se abandona a ese sueño.
RECURSOS
ESTILÍSTICOS.
Al comienzo
del poema, la alegría de la amada se destaca con recursos enfáticos, de
repetición, como:
·
La aliteración de nasales en
el 2º verso: “con ansias, en amores inflamada”.
·
La aliteración de s en
el 4º verso: “salí sin ser notada”.
·
La repetición de la
exclamación del 3º verso en el 8º: “¡oh dichosa ventura!”.
También
resalta este estado de ánimo el hipérbaton del 2º verso, que adelanta el
complemento circunstancial de modo, “con ansias, en amores inflamada”, al
verbo, “salí”.
La facilidad
con que la noche disimula la salida de la amada también se subraya con el mismo
tipo de recursos:
·
La anáfora de “a oscuras” a
comienzo de los versos 6º y 9º, entre los que hay un paralelismo.
·
El pleonasmo del verso 1º,
“noche oscura”, que parece querer dar mayor intensidad a un rasgo natural en la
noche, como es la oscuridad.
·
La repetición del mismo verso
al final de las dos estrofas: “estando ya mi casa sosegada”.
Esta
importancia de la noche como tiempo idóneo para encontrarse con el amado se
acentúa con:
·
La elipsis de “salí sin ser
notada”, que se debe sobrentender en la segunda y tercera estrofas. Mediante
esta elipsis, el poeta prescinde de la acción para insistir, sobre todo, en el
ambiente que rodea a la amada, pues su relevancia en la unión de los amantes es
esencial, como se intentará explicar en el comentario crítico.
·
Los hipérbatos de los versos
1º y 11º, donde los complementos circunstanciales de tiempo, “en una noche
oscura” y “en la noche dichosa”, preceden al verbo “salí”, explícito en la
estrofa 1ª y sobrentendido en la 3ª.
·
La personificación de la
noche: primero en el v. 11º, “noche dichosa”, que atribuye a la noche los sentimientos
de la muchacha; después, en la apóstrofe de la 5ª estrofa, donde la noche es
representada a modo de celestina que reúne a los amantes.
·
La paradoja del verso 21º,
“¡Oh noche, que guiaste!”, en la que la noche realiza una acción en apariencia
imposible a causa de su oscuridad, la acción de “guiar” a los amantes, pero que
indica que es esa oscuridad precisamente la que ha facilitado el encuentro de
ambos al protegerlos de las miradas ajenas.
·
La antítesis del verso 22º
entre la “noche” y la “alborada” , que destaca de nuevo la importancia de la
oscuridad de la noche al considerarla superior a la luz del día.
En contraste
con la negrura externa de la noche, en
el poema el amor aparece representado con la metáfora de la luz interior. El
amor es luz, “luz y guía” (v.14º), porque es fuego, “en el corazón ardía”
(v.15º). Antes, en el v. 2º, ha aparecido ya esta metáfora que identifica al
amor con el fuego, “en amores inflamada”, muy habitual en esta época para
referirse al poder que este sentimiento
tiene sobre el ánimo de los enamorados. Aquí, sin embargo, el fuego del amor
parece ser el impulso que lleva a la muchacha hasta el amado, como parece poner
de manifiesto la hipérbole de los versos 16º y 17º, “aquesta me guiaba/más
cierto que la luz del mediodía”, donde el amor es una fuerza que proporciona
seguridad a la amada en su camino.
La estrofa
5º acumula gran cantidad de recursos porque en ella se produce el hecho
esencial del poema, la unión amorosa de los amantes, expresión máxima del amor.
Entre estos recursos sobresalen:
·
La apóstrofe a la noche,
resaltada por la exclamación, por la anáfora de “oh noche” (al comienzo de los
versos 21º, 22º y 23º) y por el paralelismo que repite el vocativo (“oh noche”) seguido de una
subordinada adjetiva (vv. 21º y 23º) o de un adjetivo (v.22º). La vehemencia de
esta apóstrofe sugiere el intenso sentimiento que experimenta la amada.
·
La derivación y la
aliteración de m y d en los versos 24º y 25º, “Amado con amada,/
amada en el Amado transformada”, que evocan el éxtasis al que llegan los
amantes, al sugerir que pierden la conciencia de ser seres distintos.
En los
versos siguientes, las “ansias” de la amada al comienzo del poema se han
transformado, tras el goce del amor, en una actitud relajada y dulce. Como
antes se ha hecho con la noche y la luz interior, se vuelven ahora a utilizar
la metáfora, la personificación del ambiente y la aliteración para mostrar esa
sensación de paz espiritual:
·
Las metáforas referidas a los
amantes los revisten de belleza: el “pecho” de la amada es “florido”, como un
prado, al tiempo que el cuerpo del amado es “azucenas” sobre las que reposa la
amada. Sin embargo, estas metáforas parecen aludir, más que a una descripción física
de ambos, al sentimiento de felicidad serena que los embarga. Esta es la
interpretación que tendrían los dos últimos versos, “dejando mi cuidado/ entre
las azucenas olvidado”, en los que las “azucenas” (el cuerpo del amado) dan
reposo a la inquietud (“cuidado”) de la amada.
·
El ambiente acogedor,
protector, se evoca a través de la sensación provocada por el aire, que se
describe con la metáfora que transforma los cedros en un abanico (“ventalle de
cedros”, v. 30º) y con la personificación del aire en la 7ª estrofa, donde éste
aparece casi como otro amante, sobre todo a través de la metáfora que
identifica la relajación de los sentidos con una herida (“con su mano serena/en
mi cuello hería/y todos mis sentidos suspendía”).
·
La aliteración de d y m en
los versos 36º (“Quedéme y olvidéme”) y 38º y 38º, apoyada en una derivación,
(“dejéme,/dejando mi cuidado”), potencia la idea de paz con que la muchacha se
abandona al descanso.
COMENTARIO CRÍTICO.
En el comentario crítico se
deben explicar las dos posibles interpretaciones del poema: la religiosa y la
erótica.
Si se considera el poema desde
un punto de vista religioso, en él se describe la experiencia mística del poeta
desde que su alma, la amada, está purificada hasta que se une a Dios, el
amante. La escapada nocturna representa el camino recorrido por el alma, en el
que se distinguen tres pasos necesarios: la vía purgativa, la vía iluminativa y
la vía unitiva. Cada una de estas “vías” se refiere a un estado distinto de la
vivencia del místico. El místico es un hombre que logra “fundirse” con Dios,
sentirlo dentro de sí. Para llegar a ese momento de exaltación espiritual en
que el hombre deja de ser él mismo porque Dios ocupa todo su ser, el místico ha
de pasar por distintos momentos que lo han preparado para esa situación
sublime.
El primero de esos momentos es
la vía purgativa, que tiene como fin purificar el alma para hacerla digna de
Dios. Esta purificación se consigue a través del alejamiento de todas las
tentaciones y preocupaciones terrenales, de modo que nada pueda distraer al
alma del anhelo de encontrar a Dios. La “casa sosegada” sugiere esta calma del
espíritu, distante de cualquier inquietud que lo perturbe. La “noche” que ayuda
a la amada no es la noche del mundo real, la oscuridad que esconde a la amada
de la vigilancia de aquéllos que podrían impedir su amor. La noche es la noche
del espíritu, un estado del alma en el que ésta no presta atención a nada
externa, porque para que Dios entre en ella, el alma debe olvidarse del mundo y
concentrarse sólo en ella.
Ya en esa noche, donde el alma
está sola, comienza la vía iluminativa, el paso en el que el alma ve o siente
la presencia de Dios. Este momento está simbolizado en el texto por la luz “que
en el corazón ardía”. En un texto que trata sobre el alma y Dios, la luz tiene
que ser necesariamente una luz interior, Dios hace arder en el corazón, porque
esa luz es una gracia que Dios concede al alma para señalarle su presencia. La
luz es, en suma, una muestra del amor de Dios.
En el verso 25º, “amada en el
Amado transformada”, se produce la realización de la “vía unitiva”. En esta
última vía, el alma logra sentir plenamente a Dios en ella y pierde la
conciencia de sí misma, llega a ser un solo ser con Dios. En esta experiencia,
el alma deja de ser ella misma para formar parte de la divinidad y vivir una
sensación que está más allá de la razón humana. Sólo la noche le sirve para
explicar esta vivencia de unirse a Dios, puesto que en la noche parece no
existir nada salvo Dios.
Las últimas estrofas descubren
la felicidad del alma tras el encuentro con Dios. En ellas, el alma revela una
actitud distinta de la del inicio del poema. Ahora, todo el entorno es un
reflejo del amor: los cedros, la almena, el aire y las metáforas de las flores
forman un mundo donde todos los elementos son cómplices del amor y aíslan a los
amantes. Este mundo reflejaría la impresión de paz y de belleza que deja Dios
en el alma del místico.
A esta interpretación religiosa
del poema, es posible oponer otra tan sólo humana. El poema puede ser leído
como un poema de amor sin más, donde una muchacha relata una noche de amor con
su amante. Aunque el propio poeta confirmara la explicación religiosa de sus
versos, no tuvo más remedio que escoger de la tradición poética erótica los
elementos que le permitieran evocar, lo mejor posible, su vivencia mística. Y
estos elementos de la poesía amorosa anterior permiten entender los versos como
simples versos de amor.
El más importante de estos
elementos es la muchacha escogida para representar al alma. La muchacha que
habla en el poema es semejante a todas las otras muchachas que nos expresan su
angustia o su felicidad en la poesía tradicional española: las jarchas, las
cantigas de amigo o los villancicos castellanos. Nada hay en ella diferente,
salvo esa la luz que arde en su corazón, pero también esta metáfora de la luz o
fuego de amor se encuentra con frecuencia en la poesía de tradición provenzal y
en la lírica cortés del siglo XV. También en la poesía tradicional se da con
relativa frecuencia el encuentro en la noche de los amantes. El romance de
Gerineldos es uno de los ejemplos más bellos de este tópico.
Una tradición amorosa distinta a
la española domina en las últimas estrofas: la del “Cantar de los cantares”, el
poema bíblico atribuido a Salomón en el que el rey declara su amor a una joven.
Los cedros, el almena y los cuerpos de los amados transformados en elementos
naturales, las flores en este caso, pueden estar determinados por la influencia
de ese poema.
Además, en el texto rige desde
el principio hasta el final la pasión de la voz de la muchacha. El poeta, San
Juan de la Cruz, puede insistir en que intenta desvelar la unión entre el alma
y Dios, pero los sentimientos del poema son tan extremos, tiernos e ingenuos,
que crean la impresión de ser en verdad los propios de una muchacha enamorada.
Al comienzo, el cuidado con que sale de su casa para no ser descubierta sugiere
el miedo propio de una joven consciente de que hace algo impropio, merecedor de
un castigo. En ningún momento son estos sentimientos los de un alma que sale al
encuentro de Dios. La alegría de la exclamación, “¡oh dichosa ventura!”, parece
más bien la alegría de la muchacha que elude la vigilancia de los que
impedirían su salida hacia la cita con el amado. Esa misma idea se encuentra en
los versos siguientes, cuando la amada insiste por dos veces en la ausencia de
testigos: “en secreto, que nadie me veía” (v.12º) y “en parte donde nadie
parecía” (v.20º).
En las exclamaciones de la
quinta lira del poema converge una confusión de alegría y placer que puede
explicarse como manifestación del éxtasis erótico. En los versos que siguen a
esta lira, predominan las sensaciones físicas: la suavidad y hermosura del
pecho de los amantes (“pecho florido”, “azucenas”), la frescura del aire y el
movimiento de los árboles (“el ventalle de cedros”), la sensibilidad de la piel
ante la brisa (“el aire del almena…en mi cuello hería”), el deleite de
acariciar el pelo del amado (“cuando yo sus cabellos esparcía”) y la laxitud
del cuerpo tras el amor (“el rostro recliné sobre el amado”). Estas sugerencias corresponden con bastante
acierto, a pesar de la intención del poeta, a un cuerpo agotado y, al mismo
tiempo, con los sentidos exaltados después de haberse entregado al amor.
Por último, la pasión amorosa
que se desprende de todo el poema, que da sentido a la alegría de la muchacha,
se debe a una circunstancia fundamental: desde la primera estrofa, se deja
claro que el amor de la muchacha es un amor oculto, probablemente ilícito. Ya
hemos comentado algunos de los versos de los que se deduce esta idea, sin
embargo el que la manifiesta de un modo más preciso es el sexto: “por la
secreta escala, disfrazada”. El empeño y el valor de la muchacha por superar
cualquier obstáculo, hacen que su amor sea el amor de una persona para la que
el amor es tan importante que desprecia cualquier otro tipo de circunstancia:
el castigo de la familia, la vergüenza social, la duda sobre si es realmente
amada. Se trataría, en conclusión, de un amor tan inocente y tan fuerte que se
ajusta de un modo natural al amor tal y como lo sentiría una joven enamorada,
sea o no símbolo del alma de un místico.
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